Mariyana Huseinovic, como tal, ya no existe.
Su nombre sí, su pasado también.
Algunos la seguirán llamando así por costumbre, pero Mariyana, murió.
Murió en Sarajevo, en La Guerra de los Balcanes, en Rogatica durante su cautiverio.
"La Diana" resurgió de las cenizas como el ave fénix. Dura, impenetrable, intocable. Férrea, como el más fuerte de los aceros. Imposibilitada para amar y ser amada. Así es como la conocimos en "Caballo de Fuego".
Al paso de los años, "La diosa guerrera" mostró su valía, su temple y ese inmenso amor hacia su salvador y sanador, el hombre que le insufló "vida": Lazar Kovać, superando así su pasado, sus heridas de la guerra, las violaciones y vejaciones, su" afenfosfobia".
Encontró en Lazar a su par, a "su alma gemela", a esa persona que siempre está, que no juzga, que impulsa y acompaña, que la deja "ser" y "crecer" como mujer y ser humano. Que confía en ella como en nadie. Que transformó sus miedos en confianza... porque él, también es una víctima, ha sufrido y ha sido abusado.
Después de superar una persecución de locura por Sutjeska junto a Lazar, Darko, su "moje blago", y las mujeres víctimas del tráfico humano. Después de sufrir lo indecible por su amor, y esperar en vela la operación de Lazar... la vida le sonríe de nuevo.
Su vida está prácticamente completa en todos los ámbitos... pero le sigue faltando la mitad de su corazón. Esa mitad que abandonó en Rogatica, y que ahora, le hace sangrar el alma.
Pero sabe que junto a Lazar, su familia y amigos, ahora es más fuerte, más poderosa.
Le queda enfrentar a un dragón, al invencible y todopoderoso. A ese quien se creía un dios, y así se lo hacía sentir. Pero ella ya no es Mariyana, ahora es esa "diosa guerrera", más sensible, sí, por todo el amor que ahora puede sentir, vivir y compartir, pero mucho más fuerte que nunca, porque ese mismo amor la hace sentir que todo lo puede.
Con una documentación extensa y meticulosa, Flor Bonelli nos hace conocer no sólo los horrores cometidos en Sarajevo durante la guerra, sino las consecuencias posteriores a la misma. Y nos lleva por el mundo sórdido y de podredumbre que habita en las altas esferas del poder político, la trata de personas, el abuso sexual y la manipulación genética.
En esta segunda parte el erotismo entre la Diana y Lazar aumenta de manera considerable. Ya no son solamente miradas llenas de deseo, o frases y besos subyugantes... hay entrega total, sin miedos, sin límites, sin vergüenzas ni falsos pudores, sin obstáculos, ni medidas.
Un erotismo detallado, sin censuras, sin recato, al puro estilo que Bonelli nos tiene acostumbradas.
Me gustó sobremanera La Diana: la guerrera dura, fuerte, implacable. Esa que no tiene miedo de apuntar un arma y disparar sin que le tiemble la mano... pero amé a la Diana enamorada, muy melosa por momentos. La Diana mujer, La Diana madre, la Diana amiga. Me gustó la Diana que se permitió sentir, ser y vivir, a pesar de sus miedos, su pasado, su lastre y sus dragones...
Siempre bajo el amparo protector de San Miguel Arcángel, y su ángel guerrero que siempre vería por ella.
Mención aparte fue la alegría inconmensurable de encontrarme con personajes TAN amados desde Caballo de Fuego. Ver de nueva cuenta a Eliah Al-Saud, con más momentos especiales que en "Aquí hay dragones", es un sentimiento que no puedo expresar en su totalidad, pero que hizo que mi corazón latiera de manera galopante.
Emociona el ver que Diana, finalmente, puede abrazar a su gente amada. Que por medio del contacto de sus manos, puede demostrar el cariño inmenso que siente por ellos.
Y ese dragón oscuro, Vuk, el vojvoda que tanto odiamos, que tantos malos sentimientos nos ha causado desde que lo conocemos... al que deseábamos ver sufrir y morir de la peor manera, tiene sus momentos de redención al amar a su hija de la manera que lo hace y de cuidarla y dar todo por ella, sin límite, ni medida. No se le ama, no, pero el odio se amortigua de cierta forma.
Es una historia que va "in crescendo", con momentos que realmente me dejaron sin aliento, otros que me hicieron lagrimear, algunos más de mucha risa, y también mucha, muchísima emoción.
Darko y Larysa, le dan el toque tierno y especial a esta historia. Es imposible no amarlos, ni sensibilizarse con su manera de afrontar la vida con sus ojos de niños, que no ven la maldad a pesar que la han tenido al alcance de una mano. Sus diálogos y su entendimiento de las cosas, sin preguntar de más, ni juzgar situaciones... es sencillamente adorable.
¿Valió la pena? Totalmente, sin ápice de duda alguna. Superó todas mis expectativas. Viví la historia a "flor de piel", la entendí, la sentí y la amé. Tanto así que al terminarla, tuve que releerla porque no podía hacerme a la idea de estar sin "ellos" rondando mi mundo.
Y como siempre digo después de leer un Bonelli...
¡¡Flor Bonelli... gracias por existir! ♥