“Somos uno en realidad, y compartimos el alma”.
Aitor despierta después de una
gran borrachera, producto del dolor más grande de su vida: Emanuela lo ha
dejado…su Jasy lo ha abandonado. ¿Cómo hará para seguir viviendo sin su Manú
que lo amaba y admiraba como nadie más lo había hecho? ¿Cómo hacer para
despertar cada día y seguir sin ella a su lado?
Dolido hasta casi desfallecer,
avergonzado, pero también enojado con ella por haberlo abandonado sin dejarle
explicar las cosas, sin permitirle pedirle perdón de rodillas, hace un
juramento: “¡Te encontraré Emanuela!,
¡Te juro por lo más sagrado que tengo, que es tu amor, que te encontraré!”
Y así, toma una decisión a pesar
de ese sufrimiento que lo lacera. Pedirá perdón a su pa’i Ursus, y trabajará en
la Misión como hachero y aserrador. No se alejará de San Ignacio Miní. Hará las
cosas bien hechas. Con la única idea en mente, de recabar cualquier noticia,
cualquier información que le indique
donde se encuentra su Emanuela. Corta su larga cabellera que ella tanto amaba,
y hace la promesa, que no la dejará crecer nuevamente, hasta estar una vez más
con su Jasy.
Al mismo tiempo, ella viaja junto
a Lope y Ginebra hacia Buenos Aires, hacia una nueva vida de la que tiene
miedo, porque él, su Aitor, no estará junto a ella por primera vez desde que
nació. Se siente sola, indefensa. Por más buenos tratos y buen recibimiento,
los Urízar y Vega no son su familia.
Solamente en Romelia, su esclava, siente ese apoyo, ese cariño sincero, esa
confianza como si fuera su madre. Y a ella se entrega y confía el padecer que
embarga su corazón…
Hernando de Calatrava reaparece
en escena, al recobrar su libertad e ir en busca de su esposa Nicolasa y de su
hija Ginebra. Amaral y Medeiros lo recibe en su hogar como a un amigo, y le
ofrece el trabajo de administrador de Orembae…
pero todo se va al traste cuando descubre que su mujer y Vespaciano son
amantes, por lo tanto dejan el refugio que para ellos representaba ese lugar, y
se van a iniciar una nueva vida. Sólo Ginebra permanece en la hacienda.
La espera de reencontrarse crece
entre Emanuela y Aitor… los días se convierten en semanas, que se transforman
en meses, y se vuelven años… Casi tres años separados físicamente, pero siempre
cerca en su pensar y en su sentir. Manú lo siente, lo respira, lo anhela. Su
Aitor es su inspiración diaria. Es él en quien piensa para que su don sanador
acuda a sus manos y poder ayudar a la gente. Una única carta recibida de su
parte. Una carta que se sabe de memoria y muere con ella cada vez que se
permite leerla. Una carta que le da esperanza.
Mientras tanto el Tratado de
Permuta tiene a los jesuitas y a sus guaraníes con el alma en vilo. Ese tratado
firmado entre Fernando VI de España y Juan V de Portugal, demarcaría nuevos límites
en varios de los pueblos jesuitas que quedaban en el margen izquierdo del Río
Uruguay y pasarían a manos portuguesas. Por lo cual, los guaraníes estaban
dispuestos a defenderse a capa y espada para evitar caer en esas manos, que
tenían la posibilidad de esclavizar a los indígenas.
Una invitación de Lope. Una
corrida de toros que asquea y martiriza a Emanuela, haciéndola cometer un gran
error, pues a la vista de todos en la plaza, expone su don para curar a
“Almanegra” el toro que estaba siendo sometido por Leónidas Cabrera “El
Cordobés”. Una admiración general. Un regalo especial del gobernador. Almanegra
dejará de llamarse así, para ser José Moro por decisión de Manú. Y la Santa
Inquisición, que parecía dormida y ajena, despierta y prende luces de alerta en
torno a Emanuela Ñeenguirú.
De pronto, una noticia cambia las
cosas. Una luz de esperanza brillando en el camino de Aitor, que deja todo, y
ruega silencio ante su viaje. Sin dudarlo pide ayuda su padre, y Vespaciano se
la otorga sin tardanza, sin pedir explicaciones, porque a pesar de todo es su
hijo, lo ama y es su orgullo… Y Lope escucha…Y sabe entonces que Aitor es su
medio hermano.
Vacaciones en Buenos Aires, todos
viajan a la casa de San isidro, menos don Mikel que seguía mal de su pierna y
Manú que se queda a cuidarlo, junto a Romelia y Justicia, sus esclavos… Un día
cualquiera, una salida al mercado…Un silbido especial que identificaría entre
miles y le hiela la sangre. Un susurro con voz desfallecida. Un hombre de ojos
dorados frente a ella, quien se arrodilla y se abraza a su cuerpo, suplicando
perdón y misericordia… Y el mundo de Emanuela se tambalea. Recobra la calidez y
el color que se habían perdido en su vida. A pesar de que el dolor sigue
presente, es más su felicidad, su emoción, su amor por su Aitor… Él cumplió la
promesa hecha años atrás…siempre regresaría a ella. Ahí lo tenía de nuevo, a su
lado. Fuerte, hermoso, con su cabello más corto que nunca. Con sus ojos dorados
de luisón, con su entrecejo fruncido, con su amor hacia ella y su miedo de no
recibir su clemencia.
El río, la cercanía, la noche,
hace que se sinceren, que sus almas hablen. Él se explica, ella reclama y
pregunta. Él pide perdón de nuevo, ella le dice finalmente: “Siempre me has tenido, Tu Jasy es tuya y
de nadie más “.
Y el amor los rebasa, la pasión
se desata, el deseo los sobrepasa. Han esperado demasiado. Han sufrido tanto,
que no pueden, ni desean esperar más. Embriagados de un amor como pocos, se
entregan uno en brazos del otro. Aitor como siempre, como su protector y
maestro, enseñándole el arte del amor, del ardor, de la entrega sin fin. La
lleva a escalar el límite de todos los sentidos, y él lo remonta a su lado. No
tienen colme, con nada se sacian, se aman una y otra vez, felices, ansiosos,
desesperados por tenerse nuevamente. La confianza renace en Manú a pesar de las
dudas. Se entrega sin restricción a Aitor, no sólo regalándole su cuerpo, sino
nuevamente su alma. Lo entiende como nadie, a sus miedos, sus temores tan
profundos y arraigados...y así lo acepta.
Aitor empieza a trabajar junto a
su amigo Conan en casa de don Mikel y con don Edilson, el tío de Lope, en su
negocio de contrabando, que aunque era ilegal era la manera para hacerse de
dinero y tener a Manú como reina, su máximo deseo. Se cambia de identidad, no
quiere que su pa’i sepa dónde se encuentra. Toma su segundo nombre y le agrega
como apellido “Almanegra”, que siente que lo identifica a la perfección.
El arrebato los llena, los colma,
no se pueden detener. No pueden quitarse las manos de encima. No desean dejar
de amarse en cuanto se les presenta esa oportunidad. Deben dejar la casa antes
que la familia regrese de sus vacaciones.
Libertad muere, el caburé que
había estado con Jasy por tantos años, muere, y para Emanuela eso es un
presagio de mala suerte, tiene la certeza que algo malo acontecerá y les
cambiará la vida.
Y tanta pasión trae las
consecuencias lógicas. Su amor se ve bendecido, su amor ha echado raíces y
crecen en Manú. La felicidad los llena plenamente, pero tienen que acelerar las
cosas… más las cosas se aceleran antes y los toma desprevenidos.
Regresan Lope, Titus de Alarcón,
el doctor Murguía, don Alonso… Un descubrimiento que saca lo peor de
Alarcón. Un Lope dolido y molesto porque
Manú ha vuelto con su hermano, le revela una verdad que mata en vida a
Emanuela. No lo cree, no quiere creerlo. Confronta a Aitor, y éste le confirma
lo dicho por Lope… Se siente traicionada nuevamente. Una vez más le mintió, una
vez más le ha roto el alma. No volverá a perdonarlo, no lo quiere ver nunca más.
Se desatan las desgracias.
Un desembarco de mercancía ilegal
es descubierto por los blandengues, alguien los delató. Una muerte, un
encarcelamiento. Una Ederra como loca al descubrir el pecado de Emanuela. Un plan
de casamiento adelantado. Una huida en la que ayuda un amigo. Un escape en la
toma parte encubierta Titus de Alarcón y los amigos blandengues de Aitor. Una
carta donde se explica todo, pero que nunca llega a su destino. Dos esclavos
fieles, vendidos por un odio irracional. Un Almanegra que se da cuenta que
nuevamente lo han abandonado, que nuevamente está solo, aunque tiene la certeza
de dónde se encontrará esta vez el amor de su vida. No entiende el por qué
Emanuela lo ha dejado. Él también se siente nuevamente traicionado. Para él no
importa lo que los curas lo obligaron a hacer. Para él no existe más ley que la
suya, ni Tupá tiene derecho en eso,
porque para él, Olivia es menos que nada… Vuelve al principio de todo. No la
tiene, está solo. Tendrá que labrar un futuro para poder ofrecérselo. Tiene el
mapa de la mina de estaño que don Edilson le dejó. Tendrá que volver a aprender
a vivir por un tiempo sin su Emanuela… que viaja en ese momento junto a Lope a Orembae. Estará junto al padre de Aitor,y
eso la llena de felicidad a pesar de su dolor, lo tratará de ayudar en el problema de salud que lo tiene postrado en una
cama.
Hernando es más importante de lo
que se ha vislumbrado. Tiene un peso grande… Él necesita una esclava que ayude
a Nicolasa, y compra una… una mujer
llamada Romelia…
Unas palabras resuenan… una
palabras que no fueron leídas… “En mi corazón, siempre serás solo tú “.
¡¡ Ay mi querida Flor Bonelli !! Me llenas el alma, me pones al límite de mis sentidos, despiertas mi pasión al máximo, y luego me dejas caer en un abismo... ¡Eres única!... Amo "Almanegra"... como te dije, Aitor me afecta de una manera en particular ...fuertemente, por su personalidad oscura, sus pasiones sin límite, su pasado limitante, sus temores arraigados... pero no se puede dejar de amarlo...
Ansiosa de tener la culminación de esta trilogía en mis manos... pero más ansiosa de conocerte en Buenos Aires, y poderte dar el abrazo que guardo para ti con todo mi corazón. Como siempre te digo... Flor Bonelli... ¡¡ Gracias por existir !! ♥♥♥
Querida Cristy, ¡qué alegría me dio leer tu reseña! Y qué alegría me dio saber que disfrutaste de mi Almanegra. Sí, Aitor es intenso, el más intenso y oscuro de mis personajes. Emanuela es tal vez la más luminosa. Su amor es, por ende, pasional y arrollador.
ResponderBorrarEspero que la tercera parte, la más intensa en mi opinión, te llegue al alma y te la repare.
GRACIAS por tu cariño y por amar a mis "hijos".
Será una alegría darte un abrazo en Buenos Aires.
Saludos a todas las chicas del blog.
Beso enorme para vos.
Flor Bonelli.