“… y
cerró los ojos, esperando que ocurriera algo que no sabía qué era pero que la
asustaba y al mismo tiempo esperaba con ansiedad”.
Un pueblito, Castellamare del Golfo, que ocupaba un
pedazo de tierra entre el mar y las montañas, en la Sicilia previa a la
Segunda Guerra Mundial. Un pueblito de pescadores o campesinos. Un pueblo
ultracatólico, creyente a ojos cerrados en que la Santísima Madonna del
Socorro todo lo mira, todo lo juzga, todo lo condena.
Un hogar regido por mujeres. Un hogar donde siempre había
niños. Un hogar donde siempre existió un amor, imposible por su
naturaleza misma.
Con el paso de los años los juegos de niños dejaron de ser
juegos y se transformaron, y se sintieron en la piel… intensos, y sí, quizá se
volvió herejía, quizá fuera pecado, quizá estaba prohibido, pero a fin de
cuentas, ¿Quién dictamina qué es bueno y qué es malo?, ¿Quién puede juzgar un
amor?, ¿Quién concluye qué es o no pecado?
Separados por necesidad, por el caos que acontece, por la
contienda que se aproxima, por el fuego que los quema. La vida los separa, sí,
pero la afección es la misma, siempre.
Una relación que empezó con la vida misma. Basada en la
confianza, en la entrega, las risas, la admiración… y el olor a albahaca.
Y era amor, a pesar de la abuela, de la guerra, del Duce, de
los fascistas. A pesar incluso de la Santa Madonna.
Original, intensa, complicada en sí misma por lo que
representa, por la época, por los cánones que se transgreden, por la moral que
se viola con base en los preceptos.
Giuseppina y Vito nos hacen vibrar con su historia. Una historia que es
ficción pero que de la misma manera conmueve, angustia, cimbra y nos llena de
momentos inolvidables. Una historia que se graba a fuego en el alma, que hacia
el final nos quita el aliento, que nos hace derramar más de una lágrima y terminamos
pronunciando, casi como un susurro: ¡Santa Madonna!
Una gran, gran, gran novela de Alejandro Parisi. No
dejen de leerla, la recomiendo totalmente.
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