"Frente a un cuadro no somos juzgados, el intercambio es puro, la obra parece entender nuestro dolor y nos consuela a través del silencio, permanece en una eternidad fija y tranquilizadora, su único objetivo es colmarnos mediante las ondas de lo bello".
"-Sí, la belleza alivia..."
"Todo parecía tan complicado, elegir qué lugar ocupar entre los errores y el horror, elegir morir o sobrevivir, las errancias se cruzaban".
"La muerte detenía también la luz de la inspiración".
Antoine Duris, un profesor prestigioso de Historia del Arte de la Escuela de Bellas Artes de Lyon, Francia, cruza su camino en algún momento de su vida con Camille Perrotin, una jovencita con gran aptitud para la pintura, pero con una inmensa carga en el alma. Su coincidir es especial para ambos, pues se admiran.
De un momento a otro, el profesor huye hacia el anonimato. Huye de todos, incluso de sí mismo, llevando sus pasos al Museo de Orsay en París, donde será un simple vigilante de sala... el porqué de su huída se desconoce, y es a través de la historia que el lector se enterara de tan intempestiva decisión.
Una historia que brilla por la misma oscuridad en la que está envuelta. Y es precisamente por la belleza de escritura que posee Foenkinos que iremos transitando en los entornos y ambientes que rodean a ambos personajes. Su redacción es tan descriptiva y clara que acariciaremos los estados de ánimo que se viven, ya que bucea en los sentimientos y emociones de los protagonistas y, comprenderemos sus formas de actuar y de reaccionar ante los sucesos que les acontecen y los envuelven.
Encontraremos que el arte, en este caso la pintura, es una herramienta que redime el dolor.
Sensible sin ser cursi, pero sí emotiva, alegre sin ser hilarante, y triste sin llevar a lo tétrico.
Un Foenkinos más que me atrapa, y me gusta...mucho.
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