Congo, me llenas de sentimientos encontrados; de una felicidad avasalladora a un dolor lacerante.
Comienzas en el camino hacia Ruán, con esa música de Paint it de los Rolling Stones, embargando de un dolor que traspasa el alma; al ver, sentir y palpar el sufrimiento de ese hombre tan poderoso y fuerte, sumido en la desesperanza total y en el abandono. Y puedo sentir su dolor, su vacío, su tristeza plena.
Más refulges con un colorido apabullante: Vestimentas, animales, selva, tierra, lluvia, al cobijo de un calor sofocante que te quita el aliento y te deja un rastro de sudor permanente en el cuerpo.
Y lastimas por las vicisitudes que se deben enfrentar a diario: La guerra, esa sórdida guerra que se aviva por el hambre de poder para obtener el coltán; y las mutilaciones y vejaciones, las violaciones, las pérdidas, el dolor y la muerte.
Pero también exaltas el alma con la aparición de un pequeñito, de un negrito huérfano y adorable que llega a la vida de Mat para darle sentido, color, y para vivir ese sentimiento materno que ella pensaba que jamás podría llegar a sentir.
Y desesperas por ese reencuentro que se anhela página tras página...y que no llega.
Pero cuando llega, se obnubilan todos los sentidos. Y nos sumergimos en ese amor tan grande, en esa pasión desbordada, en esos sentimientos cargados de todo: tan fuertes, tan expuestos, tan intensos, tan abrumadores.
Pero dueles Congo, y dueles de muerte, porque de nueva cuenta surgen los celos no controlados, las inseguridades, un pasado negro en la vida de Eliah que emerge trastocándolo todo. Errores cometidos que no se pueden borrar. Juicios mal fundados, desconfianza en el ser amado que causan humillación y una cicatriz en el alma, sentimientos de inferioridad, aunado a la gente mala que existe en el mundo, esa que no puede ver felices a los demás... y manda todo al traste separándolos de nuevo. Alejando a esos dos seres que está claro que han nacido para amarse.
Y la guerra, que lo remueve todo de pronto. Que separa, que hiere, que pone las vidas al borde de la muerte.
Y Jérome perdido...y Matilde loca de angustia...
Y ese hombre poderoso reducido nuevamente por el amor de su mujer. Pidiendo al cielo, a Dios, a Alá, que no se la lleve de su lado, porque sin ella, la vida ya no le interesa...
Ay Congo,cuánta felicidad, pero también cuánto dolor. Cuánto colorido y cuánta negrura a tu alrededor. Cuánto amor, pero también cuántos celos, desconfianzas y un orgullo pisoteado...y el de un Caballo de Fuego...
¡¡Ay Congo...me llenas de sentimientos encontrados!!
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