lunes, 7 de septiembre de 2015

Lunas de Estambul...Una historia de vida.

“A todas luces, mi abuela Ventura sería juzgada favorablemente, porque sus acciones y sus méritos demostraban su valía. Para mí: la aguerrida, la audaz, la amorosa, la prudente, la bella, la que olía a gardenias, la que poseía una memoria sin par, la que me mimaba”.

Ventura Eskenazi amaba su mundo. Su Estambul la llenaba de colores, de olores, de sonidos, de sabores, de pertenencia, de amor, de las aguas del Bósforo, de las cúpulas de las Mezquitas. Pero asumió su destino, y aceptó irse a casar a México, con el hombre que sus padres habían decidido que sería un mejor mundo para ella.
Con 19 años, sola, con miedos, temores, pero también esperanzas, dejó atrás todo lo que conocía, lo que amaba. Sus padres, sus hermanos, su comida, sus tradiciones, sus lunas ámbar de Estambul.
Llegó a Veracruz en 1927, y sin conocer a Lázaro mas que por fotografía, se casó con él. Con el tiempo, la convivencia, los días y los años, se enamoraron de verdad. Su historia comenzó al revés, pero funcionó.

Un nuevo mundo por ver, por conocer. Nuevos paisajes. Nuevos olores y sabores, que mezclándose con sus tradiciones, lograron recrear las recetas que su madre, Sara, le había enseñado desde niña. Se incorporaron nuevos ingredientes, nuevos colores… pero la comida, siempre fue un ritual importante para su vida. Un remedio para el cansancio, la tristeza, la pesadumbre, pero también para las alegrías, las buenas nuevas, la esperanza.
Ventura fue una mujer fuerte, una mujer decidida. Una mujer de una excelsa madera, que la hizo afrontar y soportar las vicisitudes de la vida. A veces, creía que se rompería en mil pedazos, pero su espíritu turco, aunado al mexicano que aprendió, la sacó una y mil veces adelante ante tanto dolor, sufrimiento y añoranza.

Despedidas, llanto, dolencias… Nuevos comienzos, amor, anhelos y sueños.

Cambios en su entorno: el Gran Bazar de Estambul, por el mercado de La Merced. La música turca que hacía agitar sus caderas, por los sones del mariachi. Las burkas por rebozos. Las cúpulas de las Mezquitas, por las torres de las Iglesias Católicas.
Siempre con su lenguaje ladino o judeoespañol que nunca pudo dejar de hablar. Característico de su pueblo judío sefardí. Con sus tradiciones tan intrínsecas en ella. Con sus creencias y sus rituales. Con su amor a la cocina y a su gente.
Ventura Eskenazi, la mujer que lo dejó todo y cruzó el Atlántico en busca de un nuevo destino. Ventura la de Lázaro. Ventura la de Nissim. Ventura la madre de sus hijos. Ventura, la abuela de sus nietos. Aquella que se juró volver algún día a su amada Estambul, para abrazar a sus hermanos, para serenar su alma ante la tumba de sus padres,  para recorrer sus callejuelas, para escuchar sus sonidos, su música, los gritos de los vendedores. Ventura la que miraba el Bósforo sentada en una banca. La que veía sus lunas color ámbar reflejándose en el agua. Ventura la que entregaba su amor por medio de sus recetas. La que superó el dolor, y se dio una segunda oportunidad para amar. Ventura la mujer que se perfumaba y olía a gardenias. La del baúl negro, lleno de recuerdos de vida. La de herencias y nuevos legados. Ventura la de los dos amores: México y Estambul: Sus dos amores. Para ella, los dos significaban arraigo y desarraigo; las dos ciudades eran una. Como si ambas se fundieran en una sola imagen”.

Sophie Goldberg, la escritora y nieta de Ventura, es quien nos lleva de la mano a través de la vida de su abuela. Gozando unos momentos, llorando con el alma otros más. Recorriendo partes de Estambul y de México a principios del siglo XX.
Narrado en tercera persona, y con acotaciones particulares que Sophie da a determinados momentos, en los que ella tiene anécdotas o recuerdos específicos.

Con un lenguaje fluído, mezclado con diálogos en ladino, nos narra una historia maravillosa, una historia de una vida plena, completa, admirable. Una historia preciosa, conmovedora, de matices, de enfrentamientos, de alegrías y sufrimientos. De olores y muchos sabores. Compartiendo además de todo esto, las maravillosas recetas de esta increíble mujer, que lo dejó todo, para empezar de cero: Ventura Eskenazi.


¡Un placer inmenso haberte descubierto Sophie Goldberg! Y una delicia haber conocido a tu entrañable abuela, por medio de tus letras.