“En el amor descubrimos
quiénes queremos ser; en la guerra descubrimos
quiénes somos .”
Oregón
(Estados Unidos), 1995.
Una
invitación. Todo empieza con una invitación para los passeurs (quienes ayudaban a la gente durante la guerra) a
conmemorar el 50° aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Y es leer
esa invitación, saberla ahí, tenerla en las manos para remembrar las historias
de vida que tuvieron que vivirse y “sobrevivirse” durante este período infausto
de la historia.
Francia,
1939.
Vianne
e Isabelle Rossignol, dos hermanas diametralmente opuestas. Vianne, la mujer
enamorada de Antoine, su marido, y de Sophie su hija. Ama de casa perfecta,
maestra entregada, pero un ser débil, temeroso y precavido, hasta que la guerra
la supera.
Isabelle,
la rebelde sin causa, la que no acata las reglas ni las órdenes, la indomable
que buscaba ser amada, la que nunca medía las consecuencias de sus actos. La
valiente y arrojada. La que no conocía el miedo.
Ambas
marcadas por la muerte de su madre, y el abandono de su padre. Y las dos
saliendo delante de la mejor manera que cada una pudo hacerlo.
Cuando
Francia se ve invadida por los nazis, y el gobierno de Vichy se rinde ante
ellos, el actuar de ambas es totalmente diferente.
Antoine
es enviado a combatir en el frente como soldado, y Vianne, se queda sola con su hija a esperar
su regreso, acatando las órdenes y modo de vida que los nazis impusieron.
Isabelle,
deja París y a su padre, y llega a Carriveau a vivir con su hermana y su
sobrina, pero no quiere, ni puede, ni sabe permanecer con los brazos cruzados,
viendo como su Patria, es doblegada por los alemanes, y decide tomar “cartas en
el asunto”, cambiando así su vida, su ser, su actuar, su presente y su futuro.
Adentrándonos
en ambas historias contadas en tercera persona, e intercalándose una con la
otra, veremos de manera “cruda y real” la barbarie perpetrada por estos hombres,
que bajo la guía de Hitler, cometieron las peores atrocidades que un ser humano
puede cometer por otro congénere.
Es
vivir junto a ellas ese dolor que de a poco, se va metiendo en sus almas. Es
hacer esas interminables colas para recibir un pan rancio y huesos de cerdo
porque “no había más”. Es sentir en carne viva, el frío lacerante que cala
hasta los huesos al vivir uno de los peores inviernos habidos en Europa. Es
soportar vejaciones sin derecho a reclamar, sin derecho a quejarse.
Narrado
de forma exquisita, fácil y entrañable.
Compenetrándonos
en la vida de ambas, estando juntas o por separado. A veces sintiéndonos tan
valientes como Isabelle, otras, entendiendo el actuar “pasivo” de una madre
como Vianne.
Con
personajes secundarios tan ricos en sus matices y en sus acciones, que bien
podrían ser principales.
Con
momentos tan fuertes, inhumanos y reales, que sientes que el alma se te escapa
por la boca y que no puedes respirar por lo que estás leyendo.
Es
un libro de guerra, de dolor, de sufrimiento. Una historia de víctimas, de
heridas, de estrellas amarillas cosidas en la ropa, de holocausto. Pero
también es un libro lleno, llenísimo de amor. De amor a la Patria que te vio
nacer y te alberga en sus entrañas. Amor a los esposos que se fueron a pelear
al frente. Amor a los amigos, por los que estás dispuesto a hacer “milagros”,
amor de un padre arrepentido que busca la redención. Amor de hermanas, que a
pesar de ser diferentes en su ser y actuar, sienten el llamado de la sangre
para siempre “estar”. Amor a la vida, porque aunque el cuerpo pueda estar
destrozado, violado, golpeado, torturado, el alma y el amor viven y permanecen.
Es
un tributo a esas mujeres y hombres, que aun sabiendo las terribles
consecuencias, se entregaron por buscar la libertad y la justicia que se les
había arrebatado.
Con
un final tremendamente intenso, conmovedor y totalmente diferente.
Sin
duda alguna, el mejor libro que he leído en este 2016, y sin temor a
equivocarme, en mucho tiempo.
Kristin Hannah… ¡¡GRACIAS!! Gracias por esta historia que conmovió mi corazón y que
siempre, siempre, voy a amar.