jueves, 22 de noviembre de 2018

"El tatuador de Auschwitz"... un amor nacido en la guerra.

"- No sé cuánto tiempo más podré soportar esto.
- No puede durar para siempre, cariño. Solo resiste, por favor resiste. Tendremos el resto de nuestras vidas para estar juntos".

Auschwitz es sinónimo de dolor, de muerte, de odio extremo.
Sabemos que fue uno de los más cruentos campos de concentración que han existido... pero esta historia es diferente.
Una historia real que va más allá de los horrores que se vivieron. Más allá del odio enfermizo, del hambre atroz y del frío descomunal. Esta es una historia de supervivencia, y  de amor... ¡¡Sí... de muchísimo amor!!

Lale Einsenberg (Sokolov despúes de la guerra), era eslovaco y contaba 26 años cuando llegó a este campo de exterminio.
Desde el primer momento se propuso obedecer, y hacer cualquier cosa que se le pidiera, con la única finalidad que tenía en mente: sobrevivir a cualquier atrocidad que viviera en ese lugar, y así poder tener una vida posguerra. Gracias a que hablaba eslovaco, alemán, ruso, francés, húngaro y polaco, y aunado a su ingenio natural, es que consigue ser "el tatuador". Y es con este trabajo, que una mañana de tantas en la fila de prisioneros, conoció al "amor de su vida": Gita Fuhrmannova
Con todo en contra, inician una relación. Dadas las circunstancias en que se encontraban, parecería una locura, una burla, pero ambos se enamoran, se apoyan, se ayudan, y pese a todo, se prometen sobrevivir para finalmente poder amarse por siempre, donde y cómo quisieran.

Con su gran habilidad e inteligencia, aunado al carisma especial con que contaba, Lale logra conseguir joyas y dinero de los judíos que iban muriendo, e intercambia anillos, collares, pulseras y demás, por comida "especial" con la que ellos ni soñando la podían tener en ese lugar: pan, algún embutido y hasta chocolate. Bondadoso y compartido de corazón, siempre repartía la comida con sus compañeros de barraca, con Gita y sus amigas, y hasta con ello logró que la guardia que custodiaba el lugar donde Gita dormía en Birkenau, le otorgara tiempo a solas para poder intimar con su novia.
Su don de gentes, su fuerza de corazón y su confianza, lo ayudan a hacerse amigo de muchas personas, incluyendo su custodio de la SS.

Para todos los judíos, gitanos, y demás personas que habitaron Auschwitz-Birkenau, que vivieron en carne propia los horrores del Holocausto, ese número tatuado en sus brazos representó un recordatorio diario e imborrable del dolor lacerante al que tuvieron que enfrentarse por la simple locura de un maldito sin alma.
Para Lale, tatuarle a Gita el número 34902, fue lo que permitió que ambos se encontraran en ese universo adverso al que la vida los enfrentó de golpe. Gracias a eso, encontraron el amor... y con ello, la fuerza y la esperanza en una vida después de Auschwitz.

Este libro habla de guerra, sí. Imposible separar este campo de concentración de los crímenes inhumanos que ahí se llevaron a cabo... Pero esta historia es mucho más. Habla del amor, de la esperanza, de la fuerza, de la fe, de la confianza, y del deseo de supervivencia.
Habla, intrínsecamente, de un poder superior, llámese como se deseé, que está ahí y que obra para aquellos que lo dan todo y no dudan.
A fin de cuentas, es un canto a la vida. Un canto al amor y al deseo poderoso de sobrevivir. 
Con un lenguaje sencillo, y una manera fluída en su escritura, Heather Morris nos hace conocer esta historia que por muchos años estuvo oculta, y que salió al mundo en el momento que Lale lo consideró oportuno.
¡Muy, muy recomendable!




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