"Solo éramos dos casi desconocidos muy cómplices. Solo
éramos dos amigos recientes, torpes y enganchados a la sensación de sentirse
comprendidos. ¿No te ha pasado nunca? De pronto conoces a alguien y lo quieres
en todos tus planes y parece increíble haber podido divertirte sin él/ella. Eso
nos pasaba. Solo éramos un montón de esperanza."
Hay ocasiones que se tiene todo. Una casa como un castillo…hermoso.
Dinero, un trabajo envidiable, viajes cuando se deseé, inteligencia, habilidad,
belleza, poder… y al príncipe perfecto. El problema es cuando de golpe
descubres que no quieres ser princesa.
Cuando una situación caótica acontece en la vida de Margot,
ésta decide hacer un alto en el camino, detiene el cauce voraginoso que había
estado manejando y que ella deducía que la llenaba y hacía feliz, pero que en
realidad era la inercia adquirida a través de los años para creer que se sentía
bien con los demás, y que era lo correcto ante sus ojos. Y es ahí donde conoce
a David, un chico de 27 años, -5 menos que ella-, que conjunta tres
trabajos para poder “sobrevivir”, sin una casa propia, viviendo en la
casa de un amigo y habiendo terminado con una relación que él creía sería la
definitiva.
Dos mundos opuestos. Dos seres diferentes. Dos miradas
tristes que se reconocen en la tempestad de las soledades que los
embargaba. Dos almas solitarias que necesitaban el abrazo que
reconfortara sus cuerpos y almas, y los animara a aceptarse, a amarse, a verse
a sí mismos como el otro los miraba.
Deciden después de unos días de reconocimiento, emprender el
viaje de sus vidas, ese que los llevará a vivir intensidades que jamás
habían experimentado. Dejando de lado y de a poco, las caretas, las corazas,
los miedos, sus prejuicios.
Esa necesidad absurda de ser lo que los otros desean. El
aparentar lo que se debe, y no lo que se quiere. Ser, finalmente, lo que se
anhela, lo que se añora, con la confianza plena en uno mismo y aunque a los
demás no les agrade.
Experimentando la libertad de ser y hacer, de sentir y crear,
de elegir, de soñar, y de reír, de reír intensamente por el simple hecho de
existir.
Dos vidas, dos almas, dos seres, dos miradas que finalmente refulgen
al reconocerse en los ojos del otro.
Dos vidas que se encuentran a pesar de lo diferente de sus
mundos.
Y eso es lo que representa este libro: Un viaje, una
aventura, una caída sin fondo ni amortiguación, un desajuste a tus creencias
más arraigadas, un temblor en la búsqueda diaria del perfeccionismo buscado. Un
quitarse las máscaras ante lo que muchas veces buscamos aparentar en el diario
vivir.
Una historia que cimbra, que mueve y conmueve, entre las
risas, el llanto y la erupción interna que vas experimentando al leer cada
línea, cada página, cada capítulo. Y te atrapa, de una manera absorbente. Y te
roba la coherencia y la madurez, y por momentos desearías regresar unos años en
el tiempo para haber arriesgado más, o reído más, o soñado más.
Con esa sensación maravillosa que yo llamo “Efecto
@BetaCoqueta” que es la capacidad increíble que tiene Elisabet de
hacernos reír a carcajada batiente en una página, y es doblar a la siguiente y
tenernos llorando a lágrima viva, con la creencia absoluta que se nos va a
detener el corazón en algún momento.
Y es que enamoran, sí, Margot y David enamoran con su forma
de ser, con sus decisiones, acertadas o erróneas, con sus sonrisas, sus bromas,
sus miedos, sus indecisiones. Y enamoran Patricia y Candela, esas hermanas de
Margarita, que siempre están, que opinan, que señalan, que incluso llegan a
criticar, pero que siempre comprenden y están, y apoyan, y aman.
Una historia extensa que se lee en un abrir y cerrar de ojos.
Que no dejará a nadie inmune. Que tocará fibras internas, y traerá
rememoraciones. Y sí, creo que todos o al menos más de uno, llorará, y sentirá
un hueco en el estómago, y por momentos cerrará el libro para tomar aire
y no sentir que se asfixia o que una llama interna lo quema.
Y… quisiera poder contar tanto más, o no… pero internamente
le hice la promesa a Elisabet de callar, y dejar que cada uno lea y
experimente, y viva, ría, sufra y llore. Cada uno merece la oportunidad de
descubrir esta historia con sus ojos, sus miradas, sus sentidos, su corazón y su alma.
Para finalizar sólo diré que amo a Beta, que la admiro
profundamente, y que siempre agradeceré que hace ya 6 años, Valeria cayera en
mis manos. Y que todos sus libros, unos más y otros menos, pero todos, han
dejado una huella en mi vida.
Por eso, y por todo lo que falte… ¡Gracias
Elisabet! ♥