"Todo lo que termina es breve. ¿Y acaso será un mal el que la vida sea breve? No, porque la brevedad es la que la hace preciosa. Y este hombre sacó de su vida cuanto podía sacar."
“La vieja conocía el futuro porque conocía el pasado, y su familiaridad con las cosas de la vida le permitían comprender y, por lo tanto, aceptar sin rencor, la eterna tragedia de la naturaleza: es menester que la carne perezca para que la carne pueda vivir.”
"Nunca creas en un dios que quiere vengarse en sus propias criaturas por haberlas creado llenas de defectos, ése es un falso dios y los que propagan sus teorías son unos ignorantes."
Un libro totalmente diferente a lo que he leído anteriormente.
"El país de las sombras largas" nos narra la vida de los "Inuits" o "los hombres polares", ya que llamarlos "esquimales" era tomado de forma despectiva por los grupos del norte, y la mayoría de las tribus.
Especialmente, conoceremos la vida de Ernenek, Asiak, su esposa, y sus hijos: Paprik e Ivalú. Nos sumergiremos en sus tradiciones, creencias y costumbres, que bien podríamos considerar arcaicas, pero que para ellos era lo más normal y cotidiano. Veremos lo que comen, cómo cazan, cómo se establecen y desarrollan las relaciones familiares, la manera en que respetan a los animales, al mar y a sus muertos. Y cómo el frío, frío de verdad, era parte vital de su existencia, con esas noches que parecieran eternas, y la caza siendo su forma de vivir y subsistir.
Hasta que en cierto punto, nuestros protagonistas se comienzan a relacionar con "el hombre blanco", y sucede ese choque de culturas, de mundos diferentes, de creencias, porque también conocen el cristianismo que, pretendiendo evangelizarlos, les impone su sentir, su pensar, su creer. Y es así que conocen el llamado "pecado", y llega a sus vidas el rencor, el odio y las envidias. Y así trastocan el equilibrio que había en sus vidas.
Una historia entrañable, fácil de leer, que con la sencillez de sus personajes, nos tocan fibras internas, y nos duele cómo los tratan de cambiar, cuando ellos no conocían sentimientos de maldad, ni los prejuicios o el morbo.
Escrita en 1950 por el escritor suizo Hans Ruesch, con gran número de ediciones, y traducida a más de veinte idiomas.
Una historia que me hizo aprender, conocer, y encariñarme de esos "inuits" tan sanos y tan nobles.