domingo, 30 de noviembre de 2014

“JASY…un amor que nace con la vida…”

12 de Febrero de  1736. El padre  Ursus , superior de la Compañía de Jesús en San Ignacio Miní, regresa de Asunción, navegando  por el río Paraná, en compañía de un niño de casi 5 años, Aitor Ñeenguirú, su guaraní  consentido desde el momento mismo que su madre  se lo pusiera en los brazos para que le diera nombre. Y fue él quien lo bautiza como Aitor, nombre vasco de su abuelo.

Un niño, diferente y especial. No contaba con las características físicas que distinguía a la generalidad de los guaraníes. Era más alto y fornido, de piel más morena y no rojiza, y con un color de ojos amarillo que lo hacía único entre todos, y acentuaba esa leyenda que lo había estigmatizado desde su nacimiento, que  era el niño luisón o lobisón, por ser el 7° hijo varón de Malbalá y Laurencio, quien se transformaba en un perro gigante durante las noches de luna llena, matando gente y comiéndose sus corazones. Por eso lo odiaban, le temían, lo evitaban. Incluso su padre, quien lo había marcado de por vida con un varazo dado en su ceja izquierda, dejándole una cicatriz permanente.

Aitor veía la luna llena, embebiéndose y perdiéndose en su brillo,  en su tamaño, en su color… Cuando un grito desgarrado, transforma la noche…y su vida para siempre.

A orillas del río, encuentran a una joven mujer europea bañada en sangre y sudor. En agonía y susurrando por su hija. Una niña recién nacida, a quien le ponen por nombre Emanuela, en honor a su madre, que muere después del parto.
Aitor no puede despegar sus ojos de esa niña, está obnubilado por ella. Y desde ese momento, su vida se encadena a  Emanuela. A su niña, tan blanca como la luna. Su luna…su Jasy en guaraní.

Es la madre de Aitor quien la amamanta, y es su familia quien la cría. Permanece en la misión por aceptación del Provincial de la Compañía de Jesús, pero siempre sabiendo, que esa situación no sería eterna. Una niña blanca, no podía permanecer por siempre con ellos.

La historia gira en torno a Emanuela y Aitor. Pero llevándonos  a conocer los andares de los pa’i, de Vespaciano Amaral y Medeiros, dueño de la Hacienda Orembae, colindante a la Misión, y del pueblo mismo de San Ignacio Miní.
Secretos, intrigas, situaciones que se van entretejiendo para el desarrollo magistral de esta historia. Los personajes secundarios, cincelados y pulidos de una forma extraordinaria.

Aitor se convierte en la sombra de Manú. En su amigo, su protector, su compañero, su salvador. Nunca la deja. La cuida, la protege, la cela, la consiente.  Siempre pendiente  de sus deseos. De su natalicio. Siempre haciéndole regalos sencillos, pero especiales. Y sobre todo, resguardando en todo momento el poder curativo que  emanaba de las manos de Emanuela, por temor a que la Santa Inquisición se enterara, y la acusara de hereje.
Él es celoso, posesivo y territorial con ella. Ella es lo opuesto total: Dulce, tierna y sumisa. Pero Aitor no es así por el simple hecho de serlo. Esa personalidad adquirida, fue un escudo protector que se adhirió a su ser desde niño en contra del odio que su padre y su pueblo sentían por él. Al sentirse dueño de Manú, y sabedor que ella lo quería como a nadie…él la defiende incluso con su vida. Esto aunado a que era un niño nacido en abril, un aries de pura cepa.

En un entorno en convivencia plena con la naturaleza. Siendo un pueblo que hasta antes de la llegada de los Jesuitas,habían andado desnudos: la relación con sus cuerpos era algo natural.
El despertar sexual de Aitor, le llega de repente, sin ser prácticamente consiente, durante un sueño. Y desde ese momento, con esa personalidad, ese deseo despertado en su interior y esa energía que lo sobrepasa, su sexualidad y la lujuria de su juventud lo domina.
Empieza a sentir cosas por su Jasy, que nunca había sentido. Su cuerpo empieza a despertar a sus deseos al verla… A ella que es toda inocencia…Y no desea corromperla.

En una época y un contexto en que una niña de 11 o 12 años que “sangraba” por primera vez, ya estaba lista para casarse y tener hijos. Eso era lo natural, debido a la esperanza  de vida tan corta que poseían… Emanuela también cambia. No sabe lo que le sucede. Se siente abrumada. Pero lo que empieza a sentir por Aitor, se hace más fuerte y especial…diferente a sus otros hermanos de leche. Siente “cosas”, su femineidad despierta ante la presencia de él. Su cuerpo cambia y se convierte en mujer… Y es él, quien  está a su lado explicándole y enseñándole que todos esos cambios y esos deseos que experimenta, son algo natural, algo que es parte de la vida, aunque los padres de la Misión lo considerasen pecado.
Pero más allá del deseo y la pasión que los empieza a invadir a ambos, su sentir real, la médula de todo, es el inmenso y profundo amor que se profesaban uno al otro.
"—A veces, cuando te digo que te amo, me parece que esas palabras ni siquiera empiezan a explicar lo que siento por ti, porque lo que tú me inspiras, Jasy, es tanto, pero tanto más. No te mentía cuando te decía que eres el aire para mí. En ocasiones, cuando estaba lejos de ti y me hacías mucha falta, me costaba respirar. "

"—Del amor que siento por ti. Siempre te he amado, desde niña. Antes, como a un hermano, aunque ya entonces eras especial para mí. Había algo en ti que me provocaba un brinco en el corazón cuando te veía aparecer. Después, cuando hicimos el pacto de amor eterno y me elegiste para que fuese tu esposa, me hiciste muy feliz y me di cuenta de que te amaba como mujer. Pero ese amor ha crecido desde entonces, y es tan grande, y sé que es eterno, y quiero que lo sepas, quiero que sepas cuánto te amo. Tanto, Aitor, tanto. Quería que lo supieses —dijo, en un susurro tímido."

Manú siempre es dulce, tierna y risueña. La “niña santa” del pueblo… Pero todos presencian cómo se transformaba en leona sacando las uñas, cuando de defender y proteger a su Aitor se refería.

Y en un momento crucial, atestiguamos de que a pesar que ella era su luna…ella sin él, no brillaba…"—La luna es oscura, me dijo el pa’i Santiago. Es el sol quien le presta la luz."  "Yo soy tu Jasy, tu luna, y tú eres mi sol ".

Aitor se equivoca muchas veces en el transcurso de su juventud… pero su Jasy, teniéndole una fe total, nada de lo que le dicen puede borrar su devoción y amor hacia él… Hasta que un tropiezo grande, enorme, como ninguno, es presenciado por Emanuela, rompiéndole el corazón en mil pedazos; sintiéndose herida, traicionada…y transformando en trizas la confianza ciega que había depositado en Aitor.

Con un final “momentáneo” que carcome las entrañas. Con un término de la historia que lacera el alma y comprime el corazón… Uno se mete bajo la piel de Emanuela, y se le comprende, y se llora junto a ella la traición vivida. Y aunque se desea odiar a Aitor… ¡No se puede!. Se siente en carne viva su arrepentimiento… Quema su agonía… Y sólo se puede escuchar una y mil veces en los oídos su llanto y ese grito agónico que clama
"—¡Oh, Jasy! -¡Amor mío, perdóname! ¡Perdóname!"…
 "-Sí, Jasy, sí, te amaré hasta el día del Juicio Final, para toda la eternidad. Jasy, amor mío, vuelve a mí."


Una vez más, Florencia Bonelli, me has llevado al límite de mis sentimientos. Me has tocado el alma y dejado el corazón en un puño. 
Tu investigación exhaustiva y tu prosa, me llevaron a adentrarme en la Misión Jesuítica del siglo XVIII, desde la primera página.
Tu magia, me llevó a vivir esta historia de amor, con la piel erizada, lágrimas en los ojos, y la vida escapando de mi ser, con ese final angustiante.
Te admiro profundamente, y te quiero con todo mi corazón...a pesar de las torturas que me haces vivir.
Sólo puedo terminar diciendo... Flor querida...¡¡ Gracias por existir !!





4 comentarios:

  1. Qué hermosa reseña! Qué amorosamente intensa! Siempre me emocionan tus sentimientos expresados tan "en carne viva", especialmente cuando se trata de nuestra admirada y querida Florencia Bonelli.
    Gracias Cristy y que abril llegue pronto!!!

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    1. Gracias mi querida Rosana.Un placer enorme que te haya gustado. Tu opinión, siempre es muy importante para mí !
      Besos !! ♥♥♥

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  2. Querida Cristy, sos la lectora que todo escritor desearía tener, y pocos habrían escrito una reseña tan excelente. Se nota que nace de tu pasión por la vida, que transferís a los libros.
    Gracias por querer a mi Jasy y entender a mi Aitor.
    Te quiero mucho.
    Flor Bonelli.

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    1. Mi querida, queridísima Flor... QUÉ HONOR me hace que estés escribiéndome.
      Que te hayas tomado el tiempo de leer mi reseña y respondiéndome.
      Mi blog se viste de gala con este comentario.
      Gracias por escribir estas historias que ponen mi alma a flor de piel.
      Gracias por llenarme y estrujarme el corazón.
      Te admiro profundamente y te quiero muchísimo !!! GRACIAS !!!

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