domingo, 11 de junio de 2023

"Elena sabe..."

"Si su hija apareció en la iglesia un día de lluvia fue porque alguien la llevó allí a la rastra, viva o muerta".

"No puede. Ella no habría podido, Y esa tarde llovía".

"Ella lo padece, lo sufre, lo maldice, pero tenerlo no, tener implica voluntad de agarrar algo, de sostener, y ella no, eso sí que no".

"Prefiere su insulto a su ausencia pero ella sabe que no importa lo que ella prefiera porque la muerte se llevó su posibilidad de elegir".

"Yo sí quiero vivir, ¿sabe?, a pesar de este cuerpo, a pesar de mi hija muerta, dice y llora, sigo eligiendo vivir..."

Narrada desde la desolación de Elena, una anciana que sufre una enfermedad neurodegenerativa, y de manera lenta y detallada nos muestra el sufrimiento de esa madre ante la pérdida de su hija, sumergiéndonos, no sólo, en el dolor, la impotencia y frustración que su enfermedad representa sino en su penoso existir sin saber qué fue lo que realmente sucedió con su hija.

Una historia contada de forma cruda y realista, con detalles minuciosos sobre su padecimiento, y los periplos realizados para lograr obtener una respuesta lógica y fundamentada ante la muerte de Rita.

Y en esa búsqueda incesante, pese a su cuerpo deteriorado por la enfermedad, hará una remembranza de sus vidas en común para lograr encontrar algún indicio que le marque la verdad... aunque ésta resulte aniquiladora.

Corta, dolorosa, tremendamente conmovedora.
Tan real y palpable que se siente en carne propia. No sólo la devastación y soledad ante la muerte, sino el soportar, tolerar y sufrir la enfermedad aquejante que la inutiliza cuando más necesita sentirse productiva.

Nos habla, también, de maternidad, de la relación madre- hija, de lo que creemos y no, de desafiar mandatos y dudar de nuestras mismísimas creencias.

Y sí, al final, Elena supo.

¡Muy, muy, muy buena novela de Claudia Piñeiro!




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