“Recordó las palabras
de Unna. Una elección.
No, no lo perdería.
No renunciaría a
aquello que amaba”.
Ella
es hermosa, temperamental, solitaria, orgullosa, valiente y distante, Arianne habitaba el castillo de Svatge junto a su familia, quienes eran
los encargados de custodiar el Paso,
único camino en muchas millas sobre el Taihne, el río que dividía en dos
al reino de Ilithya. Sin el afecto
de su padre y de sus dos hermanos, permanece recluida en su habitación por no
aceptar compromiso alguno que la haga contraer nupcias a sus ya 21 años. Nunca
ha aceptado que decidan por ella, y menos vivir a la sombra y mandato de un
hombre, cualquiera que éste sea.
Cuando
el último señor de Lander es asesinado, se cierne sobre el reino una atmósfera
de guerra, buscando justicia. Y es por estar razón que Arianne conoce a Bernard
de Brugge, y a Derreck Cranagh, aunque en diferentes circunstancias.
Cuando
Derreck llega con su ejército a
apoderarse del castillo, todo cambia en la vida para Lady Arianne. Todo lo
conocido desaparece, y ella queda a merced de un hombre deseoso de desposarla,
por el simple anhelo de convertirse en “el
señor y amo del Paso”… pero él no
tenía en cuenta que ella era un hueso muy difícil de roer, y en nada semejaba a
las mujeres de esa época, obedientes y sumisas.
Sus
enfrentamientos son épicos. Ambos con un carácter férreo, sin deseos de dar su
brazo a torcer, ni de aceptar voluntades ajenas, y sin ánimos de ceder para que
el otro también condescendiera de alguna
manera. Pero a pesar de la guerra de palabras diarias, y de los insultos
proferidos, hay una extraña conexión entre ellos. Empiezan a disfrutar de sus
peleas, de las palabras dichas y de los silencios impuestos, de las miradas a
escondidas y de las directas. De las sonrisas a medias, y las risas plenas.
Comprenderemos
que sus miedos, sus acciones, sus formas de ser, son simples consecuencias de
dolores guardados, de acontecimientos pasados que los han marcado en lo más
profundo, y que no les permiten doblegarse ante nada, ni nadie. Nos meteremos
en sus pieles, y vibraremos al ritmo de sus corazones.
Con
una bellísima ambientación que nos permite habitar y deambular por el Castillo.
Sintiendo el frío de esos grandes muros, y el calor de las pasiones desatadas
entre ellos. Nos vemos de pie ante la ventana de Arianne, observando los
acontecimientos que se suceden en los patios y tras las grandes murallas que
los defienden del peligro. Y podemos sentir las miradas generadas cuando
nuestra presencia irrumpe en cualquier espacio.
Una
hermosa historia épica, llena de aventura, de peligros, de guerra, de
traiciones, de secretos, pero ante todo, de mucho amor. Un amor que se crece
ante la presencia constante y la adversidad. Un amor que prospera en un ambiente
lúgubre, y que logra florecer a pesar de lo árido del terreno.
Una
novela en la cual no hay nada escrito, y que cuando se piensa que ya está todo
dicho, nuevos acontecimientos dan vuelco a la historia y a nuestro corazón. Y con personajes secundarios cincelados, que
la enriquecen y la hacen ser más interesante. Especialmente el viejo y siempre
fiel Harald, que se logra colar
también en nuestro corazón.
Derreck
y Arianne, con personalidades de fuego, se llegan a meter en el alma.
Y sí, los voy a extrañar...
Un verdadero placer haber leído esta historia.
Y sí, los voy a extrañar...
Un verdadero placer haber leído esta historia.
Un
mayor placer haber conocido a su escritora, la dulce Marisa Sicilia.