"Todo tenía una explicación en la compañía Yumimoto, Dios era el presidente y el diablo era el vicepresidente".
"Avanzó hacia mí con Hiroshima en el ojo derecho y Nagasaki en el izquierdo. De algo estoy segura: si hubiera tenido derecho a matarme, no habría dudado en hacerlo".
"Mientras existieran ventanas, el más débil de los humanos tendría su parte de libertad".
Siempre sorpresiva, fluída, inteligente. Con una pluma tan real y maravillosa, como cruda, dolorosa y desesperante.
Esta corta novela, con una declarada carga autobiográfica, relata el período de vivencias de desacreditación y degradación sufridas por una joven belga, llamada Amèlie, en una empresa japonesa.
Existiendo un constante enfrentamiento entre la "superioridad" oriental, contra el mundo occidental, claramente carente de virtudes.
Hostigamientos constantes que produjeron angustias y molestias... un verdadero calvario lo vivido en ese período laboral.
Fotografiando cómo la cultura nipona lleva una vida de exigencias, sin márgenes de error, buscando la perfección en el trabajo, especialmente, si te atreves a ser occidental... y mujer. Cultura donde el suicidio es una de las salidas más honrosas, cuando de salvar el honor de trata. Eso, o la sumisión total, convertirse, prácticamente, en un esclavo laboral sin derecho a reclamar, chistar o defenderse. Bajar la cabeza, arrepentido, frente a los dioses de la empresa, para así mostrar contrición, que muchas veces no se tiene, por los errores cometidos, y la experiencia adquirida ante los mismos.
En el año trabajado en Japón, la Nothomb, y su prosa mágica, nos pasea por la dura, cerrada y jerárquica estructura empresarial en el país del sol naciente, donde se es casi un siervo sin voz ni voto.
Amèlie Nothomb demuestra una vez más su grandeza narrando, de manera sencilla, irónica y por momentos muy simpática, ese año de sometimiento y humillación constantes, en que la protagonista se niega a renunciar, en pos de salvaguardar su honor.
¡Muy, muy buena!
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